Wednesday, July 13, 2011

Liderazgo y deuda pública

José Manuel Suárez Mier
10 de julio de 2011

Se publicaron simultáneamente el viernes pasado las cifras sobre los niveles de desempleo tanto en México como en EU y en ambos casos se trata de malas noticias, lo que no es de sorprender dada la íntima vinculación que tienen sus dos economías y la creciente sincronía de sus respectivos ciclos.

La tasa de crecimiento del empleo en el sector formal en nuestro país fue de 4.1%, la más baja en ese indicador en más de un año, pero muy superior a la cifra comparable para EU, en donde durante junio se crearon sólo 18 mil empleos en una fuerza de trabajo de 152.3 millones.

¿A qué se debe la falta de dinamismo de la economía de EU que en última instancia es la que jala a la nuestra? Hay una combinación de causas, respecto a las que las opiniones de expertos y políticos se encuentran radicalmente divididas de acuerdo a bien definidas fronteras ideológicas.

En la extrema izquierda del espectro, caracterizado a la perfección por el esquizofrénico economista/opinólogo del New York Times Paul Krugman, la desaceleración de la economía de EU se debe al insuficiente estímulo gubernamental, por lo que exige aumentar su gasto exponencialmente.

En el otro extremo se ubican quienes creen que la causa de la parsimonia de la economía estadounidense radica en su elevada deuda pública, y en la densas madejas de nuevas regulaciones burocráticas adoptadas con motivo de la crisis financiera y del subsecuente rescate bancario, y también a resultas de los drásticos cambios en el sistema de salud aprobados el año pasado.

En esta versión de los hechos, la creciente intervención estatal en la economía ha resultado en una profunda incertidumbre que induce a las empresas a no invertir y, por lo tanto, a no generar empleos, a pesar de que han tenido utilidades elevadísimas y que sus tesorerías están llenas de dinero.

Quienes sustentan estos puntos de vista, proponen exactamente lo opuesto a Krugman: un recorte radical en el gasto público que ponga a las quebrantadas finanzas federales en una trayectoria de viabilidad en el mediano plazo que detenga y revierta el elevado y peligroso endeudamiento del gobierno.

Este debate tiene consecuencias más allá del ámbito académico pues está al centro de la discusión en el Congreso, que canceló sus vacaciones de verano y trabaja sin cesar para alcanzar un acuerdo que permita ampliar el límite del endeudamiento público por encima de los 14,300,000,000,000 que hoy tiene, que se alcanzará en tres semanas.

En Aquelarres Económicos previos he planteado las terribles secuelas que tendría que el gobierno de EU se viera obligado a incumplir con el pago de su deuda, lo que plantearía una situación sin precedente en el sistema monetario internacional que utiliza al dólar como su moneda de reserva.

Pero al tiempo que lo impensable se discute en Washington como una opción deseable para muchos, la situación en Europa se agrava por momentos con el contagio de la crisis de la deuda llegando ya a Italia y España, que confrontan tasas de interés sin precedente, de 5 y 5.7% respectivamente.

El tema de la deuda en Europa tiene muchas facetas y protagonistas pero lo que queda claro es que el proceso de decisión para confrontar y resolver las crisis de Grecia, Irlanda y Portugal, ha sido invariablemente lento y llevado a soluciones insuficientes, por lo que los mercados afianzan su creencia en que el contagio financiero seguirá extendiéndose.

Un querido amigo conocedor de mis aficiones históricas me envió la semana pasada un excelente artículo aparecido en Bloomberg sobre la necesidad de que surja en Europa un liderazgo decisivo en el asunto de la deuda, como el que ejerció Alexander Hamilton, primer secretario de Hacienda al nacer EU.

La situación de la deuda de las trece colonias en el umbral de la creación del país que integrarían, era terrible y confusa pues la guerra de independencia se había fondedado con bonos emitidos por el Congreso Continental, que carecía de facultades para recaudar impuestos por lo que no podía darle servicio.

Además, las colonias, que eran soberanas y autónomas, también habían incurrido en cuantiosas deudas, pero algunas las habían pagado con enormes sacrificios y otras ni siquiera lo habían intentado, por lo que la propuesta de Hamilton para que el recién creado gobierno federal absorbiera y diera servicio a la deuda completa a su valor original de emisión, fue en extremo impopular.

Sin embargo, el proyecto de Hamilton prevaleció y tuvo un éxito fenomenal, garantizando para su país la supremacía crediticia de la que goza hasta ahora. Resulta evidente que hoy se requiere de un nuevo Hamilton no sólo para Europa sino también para resolver el inverosímil acertijo financiero en su país.

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